jueves, 4 de agosto de 2011

Hubo días enteros sin despegues ni arribos

Acostumbrados a penar por sus vuelos como consecuencia de medidas de fuerza que disponen alternativamente alguno de los muchos gremios aeronáuticos, los pasajeros de avión se encontraron esta vez con un fenómeno que, a la par de varados, los dejó más que desorientados.

No hubo en estos dos meses persona ni sindicato ni empresa a los cuales poder adjudicar semejantes trastornos. Fue la propia naturaleza, por medio de la erupción de un volcán, la que se encargó de trastrocarlo todo.

Los inconvenientes en Buenos Aires comenzaron cuando la nube de cenizas llegó al área metropolitana: durante seis horas del martes 7 de junio se cancelaron 63 vuelos, 31 en el aeroparque Jorge Newbery y otros 32 en el Ministro Pistarini, en Ezeiza.

A partir de entonces, la operatoria aerocomercial en el cordón metropolitano se convirtió en una lotería. Se registraron jornadas caóticas con cientos de cancelaciones, alternadas con días menos problemáticos con postergaciones de escasa duración.

El 8 de junio las aerolíneas comenzaron a reprogramar sus vuelos, pero la esperanza duró poco: un día después no hubo un solo avión que despegara o aterrizara en el aeroparque metropolitano, mientras que 111 vuelos fueron suspendidos en el internacional de Ezeiza.

El 13 de junio la situación se volvió a complicar. Empeoraron las condiciones climáticas: la nube de cenizas volcánicas se situó nuevamente sobre el área de influencia de ambas terminales aéreas. Ese día Aerolíneas Argentinas y Austral debieron cancelar todas las operaciones de cabotaje, regionales e internacionales, a partir de las 22 y hasta las 14 del día siguiente.

Cientos de valijas en el suelo de los aeropuertos, caras de cansancio y resignación, pasajeros que iniciaban conversaciones con desconocidos para pasar el tiempo, teléfonos de líneas aéreas saturados y páginas web colapsadas fueron la postal que empezó a sintetizar el tipo de movimiento aéreo que aún persiste, aunque con menos problemas.

El caos retornó el viernes 24 de junio cuando se registraron numerosos vuelos cancelados. Ese día, en el aeropuerto metropolitano, cientos de pasajeros formaron una larga fila en busca de un taxi que los transportara a la terminal de ómnibus de Retiro. Muchos prefirieron viajar en ómnibus hacia destinos cercanos como Córdoba, Mar del Plata y Rosario.

Los trastornos prosiguieron el 1° de julio, que volvió a ser una jornada crítica y todas las empresas aéreas se vieron obligadas a suspender decenas de operaciones debido al regreso de partículas volcánicas.

Por esos días, los partes del Servicio Meteorológico Nacional (SMN) y de la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC), integrantes del comité de crisis, se transformaron en información esencial para que cada aerolínea decidiera los pasos por seguir.

Los inconvenientes retornaron el 7 de julio, cuando se registraron nuevamente demoras y cancelaciones: Aerolíneas Argentinas y Austral llegaron a cancelar 124 vuelos en ambas terminales, y LAN, 30.

El Aeroparque y el aeropuerto internacional de Ezeiza se convirtieron temporariamente en hogares de centenares de pasajeros, argentinos y turistas, que empezaron a acostumbrarse a lidiar con un fenómeno natural que sigue modificando planes en un abrir y cerrar de ojos.

Fuente: La Nación (Argentina)

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