lunes, 4 de abril de 2011

Dos escuelas de vuelo convocan a muchos jóvenes y extranjeros

.— Volar siempre fue un sueño para el hombre. Inventó alas de cera, de fibra y de acero. En Funes hoy el sueño es desafiado por muchos jóvenes, varios de ellos de otros países, que aprovechado el tipo de cambio y las posibilidades de trabajo en la aeronáutica toman su sueño y lo viven.



En Funes, en el límite con Rosario, se aprende a volar en distintos cursos. Miguel Gómez, titular de Flying Time, una de las escuelas más antiguas de Rosario, es instructor desde hace 30 años. Pero no está solo en su vocación. Walter Barreto es director de Whisky Bravo, la otra escuela que, como valor agregado, es la única integrada a un aeropuerto internacional en el país.

Flying Time tiene 50 alumnos, alguno muy famoso en el campo de la música popular, y es la más grande del país. De esos alumnos, la gran mayoría son extranjeros: colombianos, panameños y ecuatorianos los más. “Vienen porque el cambio los favorece, el cuatro a uno hace que les rinda mucho más” expresa Gómez.

Los cursos comprenden dos o tres fases distintas. La primera es el de piloto deportivo; el básico, son 40 horas de vuelo. De allí se pasa al curso de piloto comercial; 200 horas de vuelo. Flying les ofrece alojamiento y están en la escuela entre ocho meses y un año.

La duración del curso depende de las condiciones y las horas de vuelo acreditadas que exige cada país a las líneas aéreas para habilitar a los pilotos. En Argentina se exigen 900; en Chile, unas 200; en Ecuador, 500.

En el caso de la tripulación, azafatas, comisario de a bordo y ayudantes se pueden cursar en las dos escuelas. Empresas como Copa, Tam o Lan piden menos horas de vuelo, ya que tienen distintas clases de habilitación y licencias. “En Argentina hay una licencia que no está en el resto del mundo, la de piloto comercial de primera clase, en la que se piden 900 horas de vuelo. Por eso las líneas aéreas locales están obligadas a tomar pilotos con esas horas, y a esto hay que sumarle que en cada línea se somete a los pilotos a simuladores y cursos internos, es muy buena la formación en el país”, dice Miguel Gómez.

Este hombre ancho, de unos 50 años no duda ante la pregunta de “¿por qué volar?”. Y contesta: “Viene de familia y uno se siente libre. Hace muchos años que lo hago y me costó mucho”. Los ojos se le iluminan al igual que a sus alumnos latinos.

Para Fabián Fernández volar es libertad, “lo que quiero hacer el resto de mi vida, lo soñé desde niño”, cuenta este colombiano de 25 años. “Usted imagine, en los países de la cadena del trópico un curso completo ronda los 60 mil dólares y uno básico allá vale 20 mil dólares y aquí 3 mil. La diferencia es mucha”. Fabián llegó a la Argentina por segunda vez. “Antes hice mis cursos, aquí vengo a sumar horas de vuelo para ser piloto comercial” dice entusiamado.

Para Alejandra Dávila, ecuatoriana, el desafío es otro: “Quiero ser comandante de avión, llegué a ser jefa de tripulación en mi país pero ese era mi techo profesional. Ahora voy por ser insrtructora de vuelo y luego trabajar en una compañía”, dice con alegría. En Flying les ofrecen alojamiento y el próximo año estarán junto a su compañeros compartiendo su pasión por el aire y los vientos.

Entre los alumnos hay uno en particular, el artista y músico Roque Narvaja, que descubrió el cielo en Madrid, y siguió volando en Rosario.

La del aeropuerto. La otra escuela; Whisky Bravo, está instalada en el aeropuerto Islas Malvinas. Su titular, Walter Barreto, es piloto con 30 años de experiencia en la Fuerza Aérea. “Empezamos la empresa hace cinco años y tenemos aviones suficientes para la demanda. Damos cursos de despachante, azafata, piloto comercial y operador de rampa” comenta.

Tienen aviones Cesna 150. “Los importamos de Estados Unidos y son muy buenos”, dice. “Hoy tenemos unos 180 alumnos en todos los cursos que brindamos”, agregó.

El curso de piloto es similar al otro, 40 horas de vuelo para un curso básico, hasta completar las 200 horas exigidas por algunos países, con la posibilidad de completar las 900 horas pedidas por las autoridades argentinas.

Whisky Bravo hace cursos de supervivencia en cavas de la provincia de Buenos Aires. “Antes y después del accidente de Lapa —en que un avión salió de pista en el aeropuerto Jorge Newbery con un saldo de 65 muertos en agosto de 1999— las cosas cambiaron. Hoy es fundamental una preparación de excelencia en todos los estamentos aeronaúticos”, reflexiona Barreto.

Le dan mucha importancia a lo práctico, los instructores están plenamente capacitados y los alumnos se encuentran con una experiencia que les resulta altamanete instructiva”dicen desde Whisky Bravo.

Como salida laboral es interesante. Se invierten no más de dos años y la demanda de pilotos y tripulantes, sumado a los sueldos y la naturaleza del trabajo, lo hace atractivo para los jóvenes. El tráfico aéreo nacional y el crecimiento internacional del negocio, promete un buen destino el desafiar a las nubes.

http://www.lacapital.com.ar/contenidos/2011/04/03/noticia_0020.html

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